JUAN CARLOS ARAGÓN
ANUNCIA EN 'ELDESMARQUE' EL NOMBRE DE SU COMPARSA EN 2018
Los Mafiosos
Escrito por Juan Carlos Aragón
Domingo, 02 Abril 2017 08:50
Lo del Rubio iba en serio.
Un comparsista, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho que se me
dirigió a través de wasap de esta forma: “Rubio, qué”.
No sé si lo hizo como chiste o como burla a propósito de mi recién estrenada dorada melena, la que antes usaba para peinarme como Camarón, que luego dejé a su aire por diferencias con mi peluquero y finalmente cambié por obligación estética para cubrir los escarnios de mi creciente lenguao. Pero me gustó. El Rubio. Sonaba rotundo y elegante a la vez. Imponía autoridad sin necesidad de recursos ni amparos. Empecé a avisar. Si la transexualidad es un derecho, la transnominalidad también. Lo de “Cabesa” era justo, pero arcaico. De barrio chungo. Un mote de medio pelo. Cada vez más vulgar, aunque las fotos en grupo explicaran el sentido del apodo. Mas una tarde en el ensayo, recibí un inocente y cariñoso wasap de mi hijo:
No sé si lo hizo como chiste o como burla a propósito de mi recién estrenada dorada melena, la que antes usaba para peinarme como Camarón, que luego dejé a su aire por diferencias con mi peluquero y finalmente cambié por obligación estética para cubrir los escarnios de mi creciente lenguao. Pero me gustó. El Rubio. Sonaba rotundo y elegante a la vez. Imponía autoridad sin necesidad de recursos ni amparos. Empecé a avisar. Si la transexualidad es un derecho, la transnominalidad también. Lo de “Cabesa” era justo, pero arcaico. De barrio chungo. Un mote de medio pelo. Cada vez más vulgar, aunque las fotos en grupo explicaran el sentido del apodo. Mas una tarde en el ensayo, recibí un inocente y cariñoso wasap de mi hijo:
—Papá, ¿sabes cómo me dicen
en el colegio? Cabesa.
Se lo mostré a los míos y
les aseveré que, con razón o sin ella, a partir de ahora, el Rubio. Ellos, mi
gente. Pero para que todo tuviera un final feliz, solo me quedaba conseguir que
el grupo remara siempre en la dirección que yo ordenara. Se estaban creciendo
de modo preocupante. Si yo apuntaba al norte, ellos al sur. Si yo sugería este
pasodoble ellos cantaban aquel. Aceptaban lo del Rubio pero seguían haciendo lo
que les salía de los huevos.
—Esto se va a acabar —me
dije un día. Cuando se den cuenta será tarde y ya tendré el poder absoluto
sobre la comparsa. Tres años de innecesaria generosidad me obliga ahora a
remontar, pero montañas más altas he subido.
Y empezó el juego. Mi leal
Kanica me preparó la estampa. Mis otros nombres se olvidaron. Rubio pacá,
Rubio pallá. Ole Rubio, qué arte Rubio, mira cómo hago lo que me da la gana,
Rubio. Recordé un viejo debate de la adolescencia, acerca de si vacilaba
el que quería o el que podía. El que quería y no podía apostaba por la primera
opción. El que de verdad podía, ni vacilaba. No se trata de vacilar, sino de
poder. No obstante, siempre tuve en cuenta la máxima política de que la
voluntad de poder solo se disfruta cuando tienes a los tuyos seguros y
contentos. Y en esas anduve desde la fecha aquella hasta la de hoy, en que he
decidido ingresar en ese mundo en el que no hay más derecho ni libertad que la
que el dicta el Rubio. Y de hacerlo real se encarga su gente. Ya está bien de
tonterías y guapadas. Ya basta de ir de niños buenos porque ninguno lo somos,
ni ellos ni yo. Millonarios y no tenemos dónde caernos muertos. Mucha Guayabera
y follan menos que el chófer del Papa, que siempre va diciendo adiós. Saqué Los
Peregrinos y no me dejaron sacar el pepino —con un papel nos la vamos a coger a
estas alturas—. Esto no es carnaval ni por el forro. La chirigota puede esperar
porque antes hay que saldar algunas cuentas pendientes. Mi Torre de Preferencia
ha sido relegada al mito y al olvido, y Kichi I de Rotterdam está convencido de
que él es el único que manda en la ciudad.
El mundo está recorrido de
forma transversal por familias y clanes que hacen y deshacen a su antojo. No
tienen rostro, pero si quieres saber quiénes son solo tienes que sospechar de
todos aquellos que niegan su existencia. Solo pueden hacerlo con motivo quienes
tienen intereses en ella. En el fútbol, en la política, en las finanzas,
en el arte, en la universidad… en el carnaval. Pero hasta la mafia posmoderna
ha perdido su encanto, su glamour, su aureola de cómica misericordia. Por
esa modita de la corrección social de los cojones, hasta los mafiosos procuran
disimular, como renegando de su condición y haciendo de lo mafioso un fenómeno
corrupto y alternativo, cuando es más digno que el propio Estado.
Y ya no adelanto más, que el
artículo no quiero que me delate. Estoy harto de cantar en contra del
botellón, a favor de la abuela y demás polladas que a la gente le gusta. El que
avisa no es traidor. El Rubio está avisando, y no hace falta decir que pobre
del que lo traicione. Aquí las cosas se consiguen sólo de una manera: la
mía. Si antes he fallado me ha servido para aprender. Tápense los oídos. No
soporto la ley del más tonto, y el Falla es un lamentable ejemplo de ese tipo
de ley, impuesta desde arriba para que el tonto la cumpla y el listo la salte. Pero
no saben que por encima del listo y el tonto anda el Rubio.
El año que viene habrá
carnaval y justicia de verdad. El grupo lo sabe. Yo no voy a hacer nada. O casi
nada. Ellos se encargarán del resto. Ellos van a ser Los Mafiosos.
¿Conforme, pueblo?
EL RUBIO (antes: JUAN CARLOS
ARAGÓN)
EL DESMARQUE http://cadiz.eldesmarque.com/la-torre-de-preferencia/46933-los-mafiosos
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